viernes, 22 de octubre de 2010

ANDREA TESTARMATA

La mujer del vestido   


En el vientre de la madre
hay un cerezo
que está desgajándose

pero ella
ingenua o loca
cree que va a florecer

y espera
bajo la glicina, del jardín,
que la vengan a buscar

o que, de un sacudón,
se despierte
el fruto
que acaba de envejecer,

se arruga de a poco
la piel
y va plegando, la infertilidad,
hasta los huesos.

Se achicharra
bajo el parral,
la uva inmadura.

Se respira
aire amarillo.

Hay un jazmín
que huele mal,
el perro eso
lo siente.

En un vómito
desesperado
la mujer
devuelve la esperanza.

Pica más
la herida de la memoria
que la del cuerpo.

El perro olfatea
la bola de sangre violeta.

Hubo un brote,
depresión que se volvió
verde seco.

La mujer engloba
el brazo
hacia la cuenca de su pelvis

quiere disimular
el tajo
que ha producido
el niño -bola violeta, brote verde seco-

El tiempo la mira.

La mujer
de vestido blanco
y  florcitas azules
quiere adherir
su vientre al piso,
pellizcando con los dedos
la masa deforme, caída.

El perro gime
la mujer
susurra caricias
al suelo tibio.

2 comentarios:

  1. no tengo palabras para este poema, es tan hondo que me deja muda. Pero quedar muda por acumulación de palabras atropelladas no es lo mismo que hacer un esfuerzo para que salgan un montón de palabras huecas. Voy conociendo tu poesía. Abrazos, Marta

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  2. Muchas gracias Marta! Es un honor tus palabras!!
    En el blog irás conociendo las pinceladas desparejas de quien a veces también se queda muda por eso escribe! Abrazo!

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