viernes, 28 de junio de 2013

María Nieves Fernández



Les dejo otra joyita de escritura de una alumna del Instituto, esta vez sobre la ciudad de Rosario.

……… “ROSARIO SIEMPRE ESTUVO CERCA”……...   Ma. Nieves Fernández


Y comienzan los preparativos y entra la duda. ¿La afirmación de Fito será realmente cierta?, o ¿se convertirá en negación? Es para aquel que no conozca distancias una afirmación convertida en interrogante.
A la hora indicada, nos subimos al colectivo y allá vamos. Después de dormir unas horas nos despertamos justo para ver la famosa zona de la franja verde, lo que en algunos programas rurales muestran la zona de abundancia, buenas producciones, muchas vacas, mucho verde, pero a la vez vemos lo que no nos dicen, lo que no es tan noticia, que en algunos lugares también hay abundancia de agua, tanta que es una gran inundación, y las vacas escasean y el verde se descolora.
Y allá entramos a destino, y se respira un aire renovador, nos espera un largo fin de semana y algún que otro día mas, para caminarla un poco.
Descubrimos que tiene de todo y para todos los gustos, cada esquina esconde un poquito de cultura, música, arte. Rosario es mucho más que el monumento a la bandera, cada grafiti cada rincón es un museo, una historia, una denuncia, una visión.
Al caminar por varias calles vemos, cada tanto, pintadas en paredones de fondos blancos una bicicleta con una patente que solo contiene números. Y nos preguntamos su significado, es muy llamativa. En otros paredones divisamos que la bicicleta fue tapada con pintura blanca y entonces un grafiti que dice: “yo deje mi bicicleta acá y desapareció, ¿alguien la vio?”, esto nos da risa, pero necesitamos entender estas pintadas.
 El recorrido sigue, sin dejar de pensar en las pintadas, próxima parada La Florida, costa al río donde veranean, toman sol, mateadas y murgas es el escenario que la caracteriza. Nos preguntamos de donde tanta arena si nos separan varios kilómetros del mar. Hablando con algunos habitués del lugar que nos cuentan con distintas palabras, pero el mismo significado, todo lo que el gobierno invirtió en traer tantos camiones de arena, el lugar quedo lindo, se aprovecha por todos los que hasta aquí llegan, ¿se podría haber invertido en otra cosa? Si. Escuchamos una música, exactamente el ritmo de la Pantera Rosa, que nos atrae hacia un grupo de gente, al acercarnos vemos unos 8 chicos de entre 17 y 28 años, uno de ellos, que porta gorrita y pantalones coloridos dirige la batuta, es una murga barrial, un grupo de jóvenes que por sus ojos destilan notas musicales. Y vuelve a la memoria que en muchos lugares y en muchas bocas la juventud está perdida, ya nada se puede hacer. Y es esa juventud la que acá se muestra y le pone ritmo a todo aquel que es habitué de La Florida.
Después de 2 días nos invitan a conocer el barrio Ludueña, allá nos espera en la plaza del barrio Barón, un hombre chico o un chico hombre, de ojos verdes tristes. Él va a ser nuestro guía turística. Pertenece al grupo “La Vagancia”, organización que fundo y le puso nombre Claudio “El Pocho” Leprati, es él quien nos va a mostrar Rosario desde otro lugar, desde otras vivencias, con otra mirada. Barón nació, y no cambia por nada, acá en “la Villa” como la llaman todos. Mate en mano y con voz baja y quebradiza empieza su relato: “El Pocho vio en mí y en los pibes del barrio algo que nadie, ni siquiera nosotros, había visto, confió en que podíamos llegar más lejos. Entre guisos, mates y torta fritas nos fuimos formando como organización y hoy seguimos trabajando en distintos talleres de guitarra, murga, bailes y muraleros”, nos empieza a guiar para el seno del barrio para dirigirnos a lo que era la casa de Claudio, hoy lugar de encuentro de La Vagancia. Para que nos quede en claro Claudio Leprati es el Ángel de La Bicicleta, que en el 2001 lo mato la policía arriba del comedor donde “la Vagancia” hacia trabajo comunitario ayudando a darle de comer a alrededor de 100 chicos carenciados.
Barón nos muestra historia “Rosario es mi lugar en el mundo, sin duda alguna”, sigue su relato “es un gran atractivo turístico, sin ir más lejos, tenemos el monumento a la bandera. De acá salieron grandes personas como Fontanarrosa, Fito Páez, Luciana Aymar, y unos cuantos más”. Es él el que nos cuenta de los grafitis de las bicicletas y leyendas, “cada bicicleta representa a cada uno de los desaparecidos en la época de la dictadura, junto con aquellos que fueron callados por el gobierno también en democracia. Y es ese mismo gobierno que en ciertos lugares las borro y de ahí la leyenda”.
Llego el día del retorno a nuestros lares de origen, y como Pocho nos adueñamos un poco de Rosario, nos sentimos parte de ella, de cada paredón, cada plaza, cada calle, nos queda mucho por recorrer, por investigar y sin dudas nos gustaría quedarnos acá como “El Ángel de la Bicicleta”.
Rosario es, sin duda alguna, un pequeño gran tesoro.

lunes, 17 de junio de 2013

JUAN MANUEL FERNÁNDEZ

Esta es la crónica que escribió un alumno del Instituto, y como estoy leyendo "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia" de Cristian Alarcón me pareció que mi alumno es un escritor en potencia... casi con la misma temática escribe los hilos que cruzan el amor y el odio en una villa.



“Crónica de un viaje a Buenos Aires”        Juan Manuel Fernández (alumno del IFDC, Río Colorado)

  
Después de unos días de visita a familiares en Buenos Aires surge un periplo impensado, Luisa una vieja amiga del secundario me contacta para que visitemos a otro amigo en común, Pablo, voluntario en la Capilla Cristo Obrero de la Villa 31 aquella que fundara el mítico Padre Múgica, sacerdote tercermundista que fue muerto por la Triple A, aquél que vivió y murió por los pobres. La villa 31 comenzó como un barrio humilde de gente obrera. En los ´90 al calor del neoliberalismo más extremo, las villas de emergencia multiplicaron su tamaño, su población y su pobreza. El desarrollo económico para pocos en los últimos treinta años fracturó el tejido social para arrojar como resultado realidades bien opuestas. Puede verse esa situación sin necesidad de recorrer muchos kilómetros: el lujoso hotel Sheraton donde una habitación por noche cuesta lo que cobra de asignación universal por mes una madre por cuatro hijos esta a cuadras de la “31”, es uno de los tantos indignos ejemplos de la desigualdad. Desigualdad, pobreza y marginalidad que presencio cuando arribo 8:30 de la mañana a la estación Retiro para encontrarme con Luisa. Al hacer unos pasos un hombre sin una pierna, sucio y avejentado no por los años sino por la vida que no eligió pero que le tocó, me pide monedas, le doy $20 y lo saludo, me sonríe agradeciendo el dinero o el gesto que reconoce su existencia. Al lado pibes tísicos miran estupefactos la nada misma y se ríen como hienas hambrientas mientras bolsean poxiran, la monstruosa masa de gente pasa negando aquella triste realidad  como si solo se tratara de una pintura de Berni. Son extraños en un mundo de conocidos. Son masas sobrantes de un mundo que los expulsa. Veo una gran pared, un muro, una división. Ni Waters en su obra “The wall” plasmaría tan salvajemente esto que duele, que separa a nosotros de ellos, a la ciudad de la villa, a los alguien de los nadie, a los conocidos de los desconocidos. Cruzo la avenida Arturo Illia que también divide la villa 31 de la 31bis. Escucho ruidos de bombos y redoblantes como si un gran ejército prusiano marchara a la batalla, son decenas de jóvenes, adultos y niños que van a su propia contienda. Me llama la atención  una chica con una remera de Damas Gratis que de su mochila saca papeles y los tira por el aire gritando: “Macri  Hijo de Puta. Somos todos ciudadanos. Somos todos iguales”.  En la intersección de la avenida sale un humo negro como la noche misma, están piqueteando, están dividiendo porque los dividieron. Un río de cemento separa su barrio y un muro de bloques separa su humanidad. Luisa me dice que estamos por meternos en el barrio, caminamos por la entrada norte, tengo algo de miedo, aunque Luisa conoce la villa (es voluntaria con Pablo en el comedor) mis temores no cesan. En mi imaginario resuenan centenares de historias que reproduce el sistema en los medios de comunicación  hegemónicos como verdades no discutibles: “el barrio es violento”. Pero acaso ¿no es violenta toda la sociedad?  ¿O solo los humildes roban, violan, se drogan o se matan? Camino, observo y escucho. Casas a medio construir, muy poco revoque en las paredes y las vedettes de los pobres: chapa y cartón. Techos, puertas, ventanas, paredes de pura chapa y cartón. Infinidad de pasillos, corrillos y pasadizos conducen  ríos de pura mierda; Si Mierda, no es ni caca, ni materia fecal, es basura de días mezclada con cloacas y algún que otro perro muerto. Me comenta Luisa que el servicio de residuos no entra y que el sistema de pozos ciegos y letrinas colapsó. Caminamos unos pasos y me gritan: “He gato, nos serás cobani vo”. Me quedo tieso. Luisa toma mi hombro y me dice vení, vamos a saludar a los pibes están “limpios”, están rescatados. Luisa saluda al que me grito, es el “Meca”, un chico de 13 años que zafó hasta ahora del paco porque no lo probó. Su hermano “Pepo” de 17 años murió con 40 kilos, lo encontraron en la estación después de días, ya no tenia uñas de tanto fumar pasta base.  Saludo al “Meca” y le digo: “no soy policía, soy amigo de luisa y de Pablo que trabajan en el comedor“.   Me recrimina diciendo: “pensé que eras “yuta” por lo prolijo, no te ortibes amigo”. Me gusta la música que escucha y se lo digo. Me responde “es hip hop villero, se llama Clan Oculto, y habla de nosotros, de nuestra vida de mierda”. Un aroma sabroso nos seduce, por la ventana de una casa se ve a una señora friendo tortas fritas. Mi amiga la conoce, es Doña Elvira, es de la “31” de siempre. Me cuenta que la villa siempre fue un barrio de obreros, albañiles y trabajadores. Que siempre tuvo sus cosas buenas como la solidaridad entre los vecinos, la alegría y esperanza que los une, pero que también conviven con la droga, la marginación y  la estigmatización de muchos jóvenes que no les brindan otra oportunidad más que la muerte y la delincuencia. Que el barrio es de gente trabajadora, humilde pero que tiene mala fama para la sociedad. Me acerco al comedor donde trabaja Pablo y escucho un tema de cumbia villera “Nene Malo”, ese mismo que se baila en Las Cañitas o Pinamar, pero acá se siente la cumbia de verdad, la gente baila y canta mientras hacen fila para buscar su plato de comida, son los más marginados de los marginados, los que ni siquiera tienen lugar en la villa, los más pobres de los pobres. Bailan y cantan al ritmo como ningún mortal en el mundo. Muchos se ríen. Es que acá en el barrio, en la villa, convive el odio con el amor, la alegría con la tristeza, la vida con la muerte. Por fin me encuentro con Pablo nos damos un gran abrazo, por detrás de su hombro veo una nena de unos 4 años que sonríe dulcemente con su cara paspada por el frio y la desdicha .Me cuestiono , pienso y me pregunto: ¿ ese muro, esa avenida , esa mierda, no es violencia?  Pero como algunos, o como muchos, o como todos nos paramos en la vereda de los “conocidos” y señalamos con el dedo inquisidor a los “desconocidos” a los “nadie”. Será este el tiempo de romper ese muro, de saltar esa avenida y de tirar esa mierda de nuestro ser.