“Crónica de un viaje a
Buenos Aires” Juan Manuel
Fernández (alumno del IFDC, Río Colorado)
Después de unos días de
visita a familiares en Buenos Aires surge un periplo impensado, Luisa una vieja
amiga del secundario me contacta para que visitemos a otro amigo en común, Pablo,
voluntario en la Capilla Cristo Obrero de la Villa 31 aquella que fundara el mítico
Padre Múgica, sacerdote tercermundista que fue muerto por la Triple A, aquél
que vivió y murió por los pobres. La villa 31 comenzó como un barrio humilde de
gente obrera. En los ´90 al calor del
neoliberalismo más extremo, las villas de emergencia multiplicaron su tamaño,
su población y su pobreza. El desarrollo económico para pocos en los últimos treinta
años fracturó el tejido social para arrojar como resultado realidades bien
opuestas. Puede verse esa situación sin necesidad de recorrer muchos
kilómetros: el lujoso hotel Sheraton donde una habitación por noche cuesta lo
que cobra de asignación universal por mes una madre por cuatro hijos esta a
cuadras de la “31”, es uno de los tantos indignos ejemplos de la desigualdad.
Desigualdad, pobreza y marginalidad que presencio cuando arribo 8:30 de
la mañana a la estación Retiro para encontrarme con Luisa. Al hacer unos pasos un
hombre sin una pierna, sucio y avejentado no por los años sino por la vida que
no eligió pero que le tocó, me pide monedas, le doy $20 y lo saludo, me sonríe
agradeciendo el dinero o el gesto que reconoce su existencia. Al lado pibes
tísicos miran estupefactos la nada misma y se ríen como hienas hambrientas
mientras bolsean poxiran, la monstruosa masa de gente pasa negando aquella triste
realidad como si solo se tratara de una
pintura de Berni. Son extraños en un mundo de conocidos. Son masas sobrantes de
un mundo que los expulsa. Veo una gran pared, un muro, una división. Ni Waters
en su obra “The wall” plasmaría tan salvajemente esto que duele, que separa a
nosotros de ellos, a la ciudad de la villa, a los alguien de los nadie, a los
conocidos de los desconocidos. Cruzo la avenida Arturo Illia que también divide
la villa 31 de la 31bis. Escucho ruidos de bombos y redoblantes como si un gran
ejército prusiano marchara a la batalla, son decenas de jóvenes, adultos y
niños que van a su propia contienda. Me llama la atención una chica con una remera de Damas Gratis que
de su mochila saca papeles y los tira por el aire gritando: “Macri Hijo de Puta. Somos todos ciudadanos. Somos
todos iguales”. En la intersección
de la avenida sale un humo negro como la noche misma, están piqueteando, están
dividiendo porque los dividieron. Un río de cemento separa su barrio y un muro
de bloques separa su humanidad. Luisa me dice que estamos por meternos en el
barrio, caminamos por la entrada norte, tengo algo de miedo, aunque Luisa
conoce la villa (es voluntaria con Pablo en el comedor) mis temores no cesan.
En mi imaginario resuenan centenares de historias que reproduce el sistema en
los medios de comunicación hegemónicos
como verdades no discutibles: “el barrio es violento”. Pero acaso ¿no es
violenta toda la sociedad? ¿O solo los
humildes roban, violan, se drogan o se matan? Camino, observo y escucho. Casas
a medio construir, muy poco revoque en las paredes y las vedettes de los pobres:
chapa y cartón. Techos, puertas, ventanas, paredes de pura chapa y cartón. Infinidad
de pasillos, corrillos y pasadizos conducen
ríos de pura mierda; Si Mierda, no es ni caca, ni materia fecal, es
basura de días mezclada con cloacas y algún que otro perro muerto. Me comenta
Luisa que el servicio de residuos no entra y que el sistema de pozos ciegos y
letrinas colapsó. Caminamos unos pasos y me gritan: “He gato, nos serás cobani
vo”. Me quedo tieso. Luisa toma mi hombro y me dice vení, vamos a saludar a los
pibes están “limpios”, están rescatados. Luisa saluda al que me grito, es el
“Meca”, un chico de 13 años que zafó hasta ahora del paco porque no lo probó.
Su hermano “Pepo” de 17 años murió con 40 kilos, lo encontraron en la estación
después de días, ya no tenia uñas de tanto fumar pasta base. Saludo al “Meca” y le digo: “no soy policía,
soy amigo de luisa y de Pablo que trabajan en el comedor“. Me recrimina diciendo: “pensé que eras “yuta”
por lo prolijo, no te ortibes amigo”. Me gusta la música que escucha y se lo
digo. Me responde “es hip hop villero, se llama Clan Oculto, y habla de
nosotros, de nuestra vida de mierda”. Un aroma sabroso nos seduce, por la
ventana de una casa se ve a una señora friendo tortas fritas. Mi amiga la conoce,
es Doña Elvira, es de la “31” de siempre. Me cuenta que la villa siempre fue un
barrio de obreros, albañiles y trabajadores. Que siempre tuvo sus cosas buenas
como la solidaridad entre los vecinos, la alegría y esperanza que los une, pero
que también conviven con la droga, la marginación y la estigmatización de muchos jóvenes que no
les brindan otra oportunidad más que la muerte y la delincuencia. Que el barrio
es de gente trabajadora, humilde pero que tiene mala fama para la sociedad. Me
acerco al comedor donde trabaja Pablo y escucho un tema de cumbia villera “Nene
Malo”, ese mismo que se baila en Las Cañitas o Pinamar, pero acá se siente la
cumbia de verdad, la gente baila y canta mientras hacen fila para buscar su
plato de comida, son los más marginados de los marginados, los que ni siquiera
tienen lugar en la villa, los más pobres de los pobres. Bailan y cantan al
ritmo como ningún mortal en el mundo. Muchos se ríen. Es que acá en el barrio, en
la villa, convive el odio con el amor, la alegría con la tristeza, la vida con
la muerte. Por fin me encuentro con Pablo nos damos un gran abrazo, por detrás
de su hombro veo una nena de unos 4 años que sonríe dulcemente con su cara
paspada por el frio y la desdicha .Me cuestiono , pienso y me pregunto: ¿ ese
muro, esa avenida , esa mierda, no es violencia? Pero como algunos, o como muchos, o como
todos nos paramos en la vereda de los “conocidos” y señalamos con el dedo inquisidor
a los “desconocidos” a los “nadie”. Será este el tiempo de romper ese muro, de
saltar esa avenida y de tirar esa mierda de nuestro ser.
No se quien sera este chico, busque temas de la villa 31 y di con esto, lo que necesitaba, me metió en el mundo de la villa , me entristeció, alegro, me dio rabia, tristeza, asco y por sobre todo me hizo pensar, pensar mucho. Que carnal y profundo.
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