lunes, 17 de junio de 2013

JUAN MANUEL FERNÁNDEZ

Esta es la crónica que escribió un alumno del Instituto, y como estoy leyendo "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia" de Cristian Alarcón me pareció que mi alumno es un escritor en potencia... casi con la misma temática escribe los hilos que cruzan el amor y el odio en una villa.



“Crónica de un viaje a Buenos Aires”        Juan Manuel Fernández (alumno del IFDC, Río Colorado)

  
Después de unos días de visita a familiares en Buenos Aires surge un periplo impensado, Luisa una vieja amiga del secundario me contacta para que visitemos a otro amigo en común, Pablo, voluntario en la Capilla Cristo Obrero de la Villa 31 aquella que fundara el mítico Padre Múgica, sacerdote tercermundista que fue muerto por la Triple A, aquél que vivió y murió por los pobres. La villa 31 comenzó como un barrio humilde de gente obrera. En los ´90 al calor del neoliberalismo más extremo, las villas de emergencia multiplicaron su tamaño, su población y su pobreza. El desarrollo económico para pocos en los últimos treinta años fracturó el tejido social para arrojar como resultado realidades bien opuestas. Puede verse esa situación sin necesidad de recorrer muchos kilómetros: el lujoso hotel Sheraton donde una habitación por noche cuesta lo que cobra de asignación universal por mes una madre por cuatro hijos esta a cuadras de la “31”, es uno de los tantos indignos ejemplos de la desigualdad. Desigualdad, pobreza y marginalidad que presencio cuando arribo 8:30 de la mañana a la estación Retiro para encontrarme con Luisa. Al hacer unos pasos un hombre sin una pierna, sucio y avejentado no por los años sino por la vida que no eligió pero que le tocó, me pide monedas, le doy $20 y lo saludo, me sonríe agradeciendo el dinero o el gesto que reconoce su existencia. Al lado pibes tísicos miran estupefactos la nada misma y se ríen como hienas hambrientas mientras bolsean poxiran, la monstruosa masa de gente pasa negando aquella triste realidad  como si solo se tratara de una pintura de Berni. Son extraños en un mundo de conocidos. Son masas sobrantes de un mundo que los expulsa. Veo una gran pared, un muro, una división. Ni Waters en su obra “The wall” plasmaría tan salvajemente esto que duele, que separa a nosotros de ellos, a la ciudad de la villa, a los alguien de los nadie, a los conocidos de los desconocidos. Cruzo la avenida Arturo Illia que también divide la villa 31 de la 31bis. Escucho ruidos de bombos y redoblantes como si un gran ejército prusiano marchara a la batalla, son decenas de jóvenes, adultos y niños que van a su propia contienda. Me llama la atención  una chica con una remera de Damas Gratis que de su mochila saca papeles y los tira por el aire gritando: “Macri  Hijo de Puta. Somos todos ciudadanos. Somos todos iguales”.  En la intersección de la avenida sale un humo negro como la noche misma, están piqueteando, están dividiendo porque los dividieron. Un río de cemento separa su barrio y un muro de bloques separa su humanidad. Luisa me dice que estamos por meternos en el barrio, caminamos por la entrada norte, tengo algo de miedo, aunque Luisa conoce la villa (es voluntaria con Pablo en el comedor) mis temores no cesan. En mi imaginario resuenan centenares de historias que reproduce el sistema en los medios de comunicación  hegemónicos como verdades no discutibles: “el barrio es violento”. Pero acaso ¿no es violenta toda la sociedad?  ¿O solo los humildes roban, violan, se drogan o se matan? Camino, observo y escucho. Casas a medio construir, muy poco revoque en las paredes y las vedettes de los pobres: chapa y cartón. Techos, puertas, ventanas, paredes de pura chapa y cartón. Infinidad de pasillos, corrillos y pasadizos conducen  ríos de pura mierda; Si Mierda, no es ni caca, ni materia fecal, es basura de días mezclada con cloacas y algún que otro perro muerto. Me comenta Luisa que el servicio de residuos no entra y que el sistema de pozos ciegos y letrinas colapsó. Caminamos unos pasos y me gritan: “He gato, nos serás cobani vo”. Me quedo tieso. Luisa toma mi hombro y me dice vení, vamos a saludar a los pibes están “limpios”, están rescatados. Luisa saluda al que me grito, es el “Meca”, un chico de 13 años que zafó hasta ahora del paco porque no lo probó. Su hermano “Pepo” de 17 años murió con 40 kilos, lo encontraron en la estación después de días, ya no tenia uñas de tanto fumar pasta base.  Saludo al “Meca” y le digo: “no soy policía, soy amigo de luisa y de Pablo que trabajan en el comedor“.   Me recrimina diciendo: “pensé que eras “yuta” por lo prolijo, no te ortibes amigo”. Me gusta la música que escucha y se lo digo. Me responde “es hip hop villero, se llama Clan Oculto, y habla de nosotros, de nuestra vida de mierda”. Un aroma sabroso nos seduce, por la ventana de una casa se ve a una señora friendo tortas fritas. Mi amiga la conoce, es Doña Elvira, es de la “31” de siempre. Me cuenta que la villa siempre fue un barrio de obreros, albañiles y trabajadores. Que siempre tuvo sus cosas buenas como la solidaridad entre los vecinos, la alegría y esperanza que los une, pero que también conviven con la droga, la marginación y  la estigmatización de muchos jóvenes que no les brindan otra oportunidad más que la muerte y la delincuencia. Que el barrio es de gente trabajadora, humilde pero que tiene mala fama para la sociedad. Me acerco al comedor donde trabaja Pablo y escucho un tema de cumbia villera “Nene Malo”, ese mismo que se baila en Las Cañitas o Pinamar, pero acá se siente la cumbia de verdad, la gente baila y canta mientras hacen fila para buscar su plato de comida, son los más marginados de los marginados, los que ni siquiera tienen lugar en la villa, los más pobres de los pobres. Bailan y cantan al ritmo como ningún mortal en el mundo. Muchos se ríen. Es que acá en el barrio, en la villa, convive el odio con el amor, la alegría con la tristeza, la vida con la muerte. Por fin me encuentro con Pablo nos damos un gran abrazo, por detrás de su hombro veo una nena de unos 4 años que sonríe dulcemente con su cara paspada por el frio y la desdicha .Me cuestiono , pienso y me pregunto: ¿ ese muro, esa avenida , esa mierda, no es violencia?  Pero como algunos, o como muchos, o como todos nos paramos en la vereda de los “conocidos” y señalamos con el dedo inquisidor a los “desconocidos” a los “nadie”. Será este el tiempo de romper ese muro, de saltar esa avenida y de tirar esa mierda de nuestro ser.

 



1 comentario:

  1. No se quien sera este chico, busque temas de la villa 31 y di con esto, lo que necesitaba, me metió en el mundo de la villa , me entristeció, alegro, me dio rabia, tristeza, asco y por sobre todo me hizo pensar, pensar mucho. Que carnal y profundo.

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