jueves, 7 de julio de 2011

SOFÍA, 5to A


Alma y las gotas de cristal

Los leves rayos de luz matutinos ingresaban en la habitación de Alma a través de las rendijas de la ventana, tiñendo las paredes de un tenue color dorado. De fondo, el sonido de los pichones de gorrión hambrientos en los nidos del árbol del jardín, componiendo una suave melodía, típica de las mañanas de verano, le daban al aire una música pacífica.
Alma abría los ojos lentamente, amagando a seguir durmiendo hasta la una de la tarde, si fuese posible. Ingresaba a trabajar a las nueve en punto, a las ocho, el despertador digital ya estaba chillando. Alma se levantó, decidida a darse una refrescante ducha matutina. Caminó por el largo pasillo de su casa, como cualquier persona recién levantada, e ingreso al cuarto de baño.
El agua del grifo caía como gotas de cristal, brillantes, luminosas, bellísimas. De repente, por la pequeña cerradura de la puerta que dividía a las habitaciones, ingreso un aroma a flores silvestres y cerezas, que rápidamente lleno a la habitación con un olor a jardín irresistible.  Extrañada ante la situación, Alma, quiso salir de la ducha, pero las canillas no funcionaban, y el agua seguía corriendo como si fuese una catarata de sueños. Se colocó la bata, y salió de la bañera. El aroma era cada vez más fuerte. Al abrir la puerta, el choque de la mano de la mujer contra el picaporte, hizo que comenzaran a aparecer manchas de color plata y oro en las paredes, creando un ambiente de sueños. Las gotas que chorreaban del cabello de Alma, explotaban en el suelo como pequeñas bolitas de cristal, tiñendo el suelo de un color verde manzana, como si fuese un césped de aquellos artificiales.
Ya en el pasillo, los colores y aromas habían desaparecido, y Alma se encontraba seca.

Sofía

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